viernes, 15 de noviembre de 2013

QUISE SOÑAR




QUISE SOÑAR



Quise soñar…
que las mariposas de tus labios, 
temblaban en mis labios  
y  que nuestras miradas
rompían su mudo dialogo.
Quise soñar… 
que te tenía en mis brazos
 y que con ternura  
 te apretaba despacio.
 Quise soñarte mía, 
 por  Dios te quise tanto 
 aun antes de escucharte 
 decir: también te amo.
 Quise olvidarlo todo,   
 tu amor , tus mudos diálogos, 
 tus besos traicioneros   
 temblando entre mis labios.
 Quise olvidarlo todo  
 y hoy sueño aquel pasado; 
 paradójica vida 
 querer lo que hace daño…
 quise soñarte mía  
 y desperté llorando.


Guillermo Martínez Rodríguez

 (Oficio de mirar la lluvia)


Septiembre 17  de 1988.

SOLEDAD

SOLEDAD





Detrás del silencio se esconde la risa,
brillan  las miradas,
miente la alegría,
desfilan payasos siniestros 
que pronuncian discursos, 
aparecen  en televisión,
viajan en el metro,
fuman en la cafeterías,
van al supermercado,
compran billetes de lotería, 
se embriagan en las  cantinas,   
pasan  la tarde en las peluquerías,  
estudian, 
patean pelotas,  
llegan tarde al trabajo,
ríen histéricamente de si mismos,
tienen muecas espantosas,
esbozan sonrisas lastimeras; 
son mimos callejeros...
como tú, 
como yo. 
Y cuando nos fastidia el maquillaje    
nos lavamos la cara,
todos nos lo quitamos taciturnos      
en la soledad,  
en el camerino oscuro
de nuestras vidas,
al llegar de la calle  
colgamos el abrigo en el perchero  
y en un clavo 
la sonrisa cotidiana.         
                                     
Guillermo Martínez  Rodríguez                                                                                                

Enero  20 de  1994




domingo, 25 de agosto de 2013

OFICIO DE EVOCARTE



                                               OFICIO  DE  EVOCARTE
            
Era el color de luna  más bello que he visto en mi vida; rojo, como si fuera  rubor de la noche, como rubor tuyo y mío ahogado en un arroyo de luciérnagas.
   Recién había llovido y tus pechos temblaban en la jaula de mis manos, se estremecían, buscando la boca madre que les calmara el hambre y apaciguara el fuego. Soltaste el pelo y cayó mi miedo junto de tu sostén, en los arbustos. Nuestra ansiedad, cabalgaba en el lomo de las ranas, asustada; después, trepó a la floresta virginal hasta estallar en la luz de los relámpagos que, de cuando en cuando, golpeaba nuestros cuerpos presurosos.
    Te tengo tan presente y no he podido olvidarte, desde que nos volamos las clases en la prepa, después del laboratorio de química, cuando decidimos tomar aquel café seducidos por la lluvia.
    No podía creerlo, la chica mas codiciada del colegio estaba frente al alumno  mas perseguido por el director por tantas quejas y reportes, haciendo un psicoanálisis -muy serio- a un chico despistado que, a ratos, no hacía más que beberse la dulzura de tus ojos.
     Hablamos de cine, de poetas románticos y de sexo que nos creímos el papel y caminamos.  La lluvia arreciaba y esto nos obligó a guarecernos en la vieja estación. Algo nos llevó fuera de la pequeña ciudad, mas allá, en las arboledas bañadas por la luna de mis sueños.
     ¿Qué imán hizo que se unieran nuestros cuerpos?  No sé si fue el deseo, a veces pienso que fue el amor en su máxima  pureza el que hizo que nos fundiéramos en un solo latido.
     

     Creerás que de tanto acordarme se me olvida a veces que mes era, ya no sé si era mayo o junio, solo que era un día viernes. Encendiste un cigarro y lo fumamos juntos mientras ordenábamos nuestro pelo y uniforme revueltos. Ahí nació la promesa de todos los que se aman, la promesa de estar juntos  pese a lo que viniese.                    
   Fuimos de vuelta a la ciudad esquivando los charcos y las miradas curiosas que intuían nuestro pecado.

         Al día siguiente, fuimos la comidilla de más de una lengua ociosa: “Yo los vi. Era casi la media noche. Venían sucios de cuerpo y alma. Esa muchacha no merece ser la hija de un hombre tan decente”.
         No volví a saber más de ti desde aquella tarde en que tus amigas me dijeron que fuiste enviada a vivir con unas tías a Zacatecas. Yo me tuve que exiliar de la ira de tu padre a una ciudad costeña, al puerto de Campeche. Allí me gané la vida cantando a turistas y bohemios, lo mismo en merenderos que en bares de mala muerte. En ocasiones, pintaba cartones humorísticos en un diario para reírme un poco de mí mismo.
     Quizá no lo creas pero, siempre tuve el oficio secreto de inventarte. Te dibujé tantas veces, para recrear mi soledad en tu mirada, la misma que mi mente imaginó con vida, para tener la sensación que me mirabas y aquel silencio pasmoso de tus labios, ya no fue mas silencio, pues ponía tus labios de cartón en mis oídos como conchitas de mar, para oír su murmullo.
     Te mojaba en el papel con  besos y lágrimas y en mis sueños, con el deseo de mi cuerpo. Quería  que no se me olvidara la más mínima facción de tu cara, y que la blanca tibieza de tu piel, no se me escapara de las manos. 
   

                                                                                             
    Sentí la alegría más grande de verte de nueva cuenta en Teziutlán, y es que el pasado domingo te vi en misa de catedral. No hice otra cosa más que mirarte. Tus ojos siguen teniendo aquella magia que me hacen evocarlos siempre. Tus senos ya no son tan menudos y bajo aquel vestido de fino terciopelo adiviné la belleza escultural de tu cuerpo. 
      Cuando me descubriste, bajaste la mirada y tomaste de la mano a aquel elegante caballero. No tuve mas remedio que quedarme clavado en mi lugar tratando de entenderlo.
   
      No sé que me pasa pero he buscado verte. No puedo deshacerme de esta manía de recordarte y de creer que tu también me recuerdas, y más aun, de que en tu mente viva  aquella promesa que en mi está como mi nombre.
       Intento mirarte aunque sea de lejos. Te busco en estas calles bañadas de neblina, de bruma que hace más imperceptible mi vida a tus sentidos. Voy por aquel café de la avenida Juárez, donde nació nuestra historia o por la vieja estación del tren. Busco cualquier pretexto para ir por tu casa. Imagino tu vida de casada, te veo planchando camisas y envidio al compañero de tu alcoba.
         Me resisto a olvidarte y cuando apagas la luz de tu ventana... se enciende en mí la noche, aquella noche bañada de luna y  relámpagos.

Guillermo Martínez Rodríguez

Ángeles y alebrijes ( Ed. ACD)

                                                   

sábado, 24 de agosto de 2013

LUNA


LUNA

Tras el ocaso  
cayó la pesada sombra   
y una boca  luminosa    
en lo alto  de mi vida   
al percatarse  de mi angustia    
lanzó  una cuerda de luz   

invitándome a la fuga.

Guillermo Martínez Rodríguez

DÍA






DÍA

El crepúsculo inundó el  silencio,   
corrí tras el último  rayo de sol       
y lo atrapé en mis manos,    
lo aprisioné en la noche más aciaga,   
mostré las manos a Dios 
y aun vivía la luz.    

Guillermo Martínez Rodríguez


SI TE VAS











SI TE VAS
Si te vas, procura devolverme
los sueños que juntos construimos,
las penas las tristezas, los reveces, 
los besos más hermosos  que nos dimos…
Procura si te vas guardarte nada 
que te haga cicatriz,
incluso las promesas
destrúyelas e imprégnalas de olvido; 
haciéndome sentir que no existieron, 
invéntate  que  en mi tan solo fueron   
cenizas más antes que  proyectos,     
intentos de un amor nunca nacido. 
Procura si te vas, que tu equipaje 
vaya provisto de sonrisas, de ilusiones 
para llegar a hacer tiempos mejores 
aunque el ayer se quede 
para siempre escrito en el ayer. 
Guárdate nada triste, 
que aquel dañino verbo se torne  
en el pretérito, presente y futuro de mi vida
para poderlo conjugar yo solo  
y en exclamaciones  de dolor resulte: 
¡que estúpidamente  tan solo yo te amé!     
que  así te sigo amando 
y te amaré por siempre.
Por eso si te vas,  llévate para siempre  
tan solo amaneceres…
déjame a mí la oscuridad,
selecciona lo más puro y hermoso,
y la esperanza, para que puedas
levantarte en las caídas,
que te depare lo incierto de la vida.
 ( Guillermo Martínez Rodríguez)


Septiembre 26  de l99l

EL REENCUENTRO


“EL   REENCUENTRO”

  ¿Tú crees en el reencuentro de las almas?    
  de  otra forma no entiendo 
  porqué mi pensamiento 
   me dice que hace tiempo, en un país lejano
   nos comíamos a besos  
   y un día nos separamos.

   Y es que como explicarme 
   porqué me afano tanto  
   buscándote en mis sueños 
   si tu cuerpo es ajeno   
   y se impone un abismo  
   cuando estoy a tu lado.

   Tal vez será el deseo  
   porque el amor es raro  
   si una simple mirada
   te humedece los labios 
   y presientes  el grito 
   de un pecho palpitando.

  Tal vez serán las almas
  que se están reencontrando
  que se comen a besos    
  mientras nos esforzamos  
  por guardar  compostura,    
  por actuar como extraños.

Tal vez vendrá el momento 
 en que más no podamos  
 que el deseo nos empuje 
 o el amor  a abrazarnos,
 a saciar el encuentro 

 tanto tiempo esperado.

Guillermo Martínez Rodríguez